viernes, 2 de diciembre de 2011

Noche.

Se puso los tacones, cogió el bolso y fue hacia la puerta. Ya llegaba tarde, una vez más. ¿las llaves? mierda, una vez mas habían desaparecido. Las encontró en el sitio más inesperado, ¡el frigorífico! ¿Como habían terminado ahí? Bueno, no tenia tiempo para pensar en eso, no llegaba tarde, llegaba tardísimo. 
Hoy era un día especial, se suponía que iba a ser un gran día y aún no había salido de casa y el día no iba para nada bien... Primero, la plancha del pelo había dejado de funcionar. Tenia el modelo perfecto, un bonito vestido beis, el cual tenia una mancha, pero no solo eso, se le habían roto las medias y a ultima hora había tenido que salir corriendo de casa para comprar unas nuevas. En definitiva, un día que debía ser genial hasta el momento no había sido para nada bueno. Al fin, tras muchos problemas , ya iba a salir de casa.
"planta baja, disfrute de su día" -dijo el ascensor. Si,  mucho ultimo modelo pero andaba estropeado la mitad del tiempo, al menos ese día funcionaba.
A fuera, en la calle, no hacia muy buen tiempo, chispeaba. En la puerta, la esperaba un chico con traje que la saludo con un tierno beso y la ayudo a acercarse al coche, una bonita limusina negra. Dentro la aguardaban un ramo de rosas rojas y una copa de champagne. La limusina les llevo hasta la puerta de uno de los edificios mas famosos de la ciudad. Arriba, había un ático cerrado con una gran cristalera, desde el cual se veía toda la ciudad. En el ático había un grupo de violinistas estaban tocando suaves baladas y una mesa, había una mesa preparada, con mas rosas y champagne. El chico de traje cogió la silla y se la ofreció para sentarse. La cena transcurrió entre risas, jugueteo y miradas de complicidad. Una vez terminados los dos primeros platos, se levantaron y salieron hacia la terraza, había dejado de llover quedando una noche perfecta y podrían disfrutar de unos bonitos fuegos artificiales. Se sentaron en un banco y se les trajo el postre, unas copas de chocolate blanco, nata, trufas y fresas. Siguieron charlando y riendo hasta bien entrada la noche, hasta que comenzó a refrescar y se vieron obligados a entrar en el ático de nuevo donde los violinistas ya se habían ido. Se sentaron en un sofá, al lado de una chimenea de piedra. Desde esta privilegiada posición se veía toda la ciudad iluminada, bajo una estrellada noche de final de verano. Ante estas preciosas vistas, la pareja se fundió en un beso, no un beso cualquiera, un beso que decía muchas cosas. Un beso que decía "te quiero", "te adoro", "te necesito", "quédate conmigo", "no me olvides nunca","hagamos que este momento no acabe", "te he echado de menos", "gracias", "te amo".


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